LA GALLERA - Ramón Palomar

Use la palabra que use, puede —casi con total seguridad—,que se quede corta para adjetivar esta novela.

Cuando la acabé, terminó el festín frenético de sexo, violencia, coca y peleas de gallos que durante seis días me acompañó en mis idas y venidas por mi día a día.

La gallera habla de “los salvajes” y cómo “tratarlos”.

O cómo convertirse en uno de ellos durante el tiempo que tardes en ventilártelo.

Porque se ventila, ya os lo digo.

Lo que Ramón Palomar (Nancy, Francia, 1966) nos cuenta en este libro se puede asemejar a que te despierte, tras una larga noche de juerga, una vieja salvaje y despechada con la vida de mierda que ha llevado apuntándote con el cañón de una escopeta entre las cejas y te diga que te va a volar la cabeza porque sí, porque le sale de ahí.

Básicamente es algo parecido a eso.

Y claro, no sabes si la puta vieja, a la que se le cae un hilillo de baba por su boca desdentada mientras te mira con ojos felinos y enrabietados, va a ser capaz de apretar el gatillo.

Quieres creer que no lo hará.

Pero en el fondo sabes que sí.

Pero te refugias en que no lo hará.

Pero sabes que sí.

Y te empiezas a dar cuenta de que tu vejiga se desinfla.

Que te meas encima.

Y la puta vieja que no se decide.

Y tú con el corazón encogido, tuberculoso, medio arrugado de tanto bombear.

¿Lo captáis?

Pues eso.

No sé si me he explicado.

La gallera es una enciclopedia callejera. Nos dice que antes de joder a alguien, conviene saber exactamente a quién estás jodiendo.

Porque hay mucho lunático suelto.

Palomar nos introduce en el mundo de los gallos de pelea de la mano de Basilio Galipienso, un tullido obsesionado con entrenar y criar gallos de peleas. Este hombre es un maestro en lo suyo. Habla con estas aves mientras les acaricia los cataplines, —sí, se los masajea, no me preguntéis porqué—, les susurra cosas bonitas, los mima, les prepara comidas especiales para tenerlos a punto en los combates...

Su obsesión y dedicación con los gallos llega hasta cotas tan elevadas que quiere crear el gallo campeón. El definitivo. El gallo “Avecrem” por antonomasia.

El papá de los gallos guerreros.

La crème de la crème.

Lo mejor de lo mejor.

También seremos partícipes de los “trabajitos” que hace Gus, un sicario que se apaga cigarrillos en los brazos porque le encanta sentir ese placer recorrerle los nervios. Si se hace eso a sí mismo, imaginad lo que hace con los demás...

La historia de Gus, a mi juicio, es una enseñanza elemental de que la vida no es fácil. No quiero entrar en detalles para que os dé en la cara de sopetón, pero ya os advierto que vais a hacer una mueca cuando sepáis ciertas cosas sobre él, sobre todo en sus primeros años, de jovencito.

La tortura en la que éste sicario sin escrúpulos se hace doctor es cuanto menos, salvaje. Jamás pensé que se pudiera dejar a una persona en tal estado. No es que Gus te deje en estado vegetal, es que te quita la palabra humanidad hasta de tu carné de identidad, te reduce a un bulto que caga, mea y estorba en la vida de los demás, algo que no tiene un propósito digno, simplemente ése, el de estorbar y ensuciar e incordiar.

Me encanta el sonido que hace la pistola de Gus con silenciador cuando les vuela la lengua a sus víctimas...

Zuuup, zuuup.

BRU-TAL.

Otro de los personajes que deambulan por esta galaxia esquizofrénica es Santiago Esquemas, un policía con una sed de venganza que ni un camello es capaz de soportar. Esquemas es malo, muy malo. Y muy violento. Y está como una maldita regadera. Es corrupto y sucio, un tipo que no te gustaría tenerlo como yerno o vecino, ni siquiera como amigo. Esquemas es un manantial de dinamita con varias bombonas gigantescas a su alrededor.

Peligro inminente.

Y va a hacer lo que sea por tener su venganza.

También están Ventura Borrás, un sargento de la Legión Española al que le gusta la acción y el dinero; el Rubio, un traficante que no sigue los consejos que en su día le brindó su instructor Willy Ramos; un clan gitano, los Coraje, que hacen chanchullos en las peleas de gallos; un cártel de la droga colombiano que se hacen llamar los “Narcobeatos”...

Y cómo no, mujeres de variopinta gama.

Mujeres que son la perdición de muchos hombres y la salvación de algunos pocos, mujeres que hacen bailar las carteras y las neuronas en un abrir y cerrar de ojos.

Hay de todo: mulatas con piel achocolatada y brillante; una pelirroja con tetas de plástico y cuerpo de infarto...

En fin... un chiringuito de cojones es lo que hay en este libro.

Librazo.

La historia es muy buena, muy tarantinesca, muy explosiva y muy psicodélica.

El título causa expectación. Como ya dije, La gallera me acompañó durante seis días allá donde iba. Una mañana estaba tomándome un café en un bar. El libro estaba en la mesa, expectante. Se me acercó un camarero para preguntarme qué quería. Y lo vio. Vio el título del libro y sus colores llamativos. Me dijo: «Uh, ¿te gustan los gallos de peleas? Yo he tenido varios. Me gustaban. Y ese mundo es un tanto... oscuro. Hay mucho maleante, mucho traficante, mucho dinero...».

Hablamos un rato de todo ello.

Y me gustó ese rato en que compartimos charla por un libro.

No, no me gustan las peleas de gallos. Para nada. Todo esto es literatura, y siendo sinceros, cuanto más loco y salvaje y corrupto sean los personajes de una novela, más me gusta. ¿Para qué engañarnos?

Así que si queréis vivir una verdadera locura, leed La gallera, no os va a defraudar. Cruzad la frontera de lo políticamente correcto y disfrutad, que nadie os va a detener por ello. Eso sí, por razones de seguridad, os aconsejo que os abrochéis el cinturón antes de despegar.

Se vienen curvas.

Pero os lo vais a pasar de la hostia.


Iván Rey


Título: La gallera

Autor: Ramón Palomar 

Editorial: Grijalbo

Páginas: 480

Fecha de publicación: Octubre 2019

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