![]() |
Hay libros que te prometen que te van a cambiar la vida y luego no te cambian una mierda. Y hay otros, como Cuando yo molaba, de Miguel Ángel Medina (Med Vega para los amigos), que no prometen nada, pero te dejan con la sensación de haber pasado la noche charlando con un colega que no sabías que necesitabas. De esos que empiezan con un “yo antes era un desastre” y acaban dejándote pensando que, igual, sigues siéndolo… pero al menos no estás solo en el hundimiento.
Publicado por Papelillo Editorial, este libro entra directo al hígado, sin pedir permiso. No es una novela educada ni pretende caer bien. Es más bien como ese tipo melenudo con pinta de haber dormido poco, que se sienta a tu lado en la barra y, cuando empieza a hablar, ya no puedes levantarte porque sabes que lo que viene va a doler… pero también va a hacer gracia.
Med vuelve a ese alter ego suyo (ese “yo” literario que siempre va un paso por detrás de la vida) y lo coloca en una etapa clave: cuando ya no eres joven del todo, pero sigues siendo igual de idiota. Quieres escribir, quieres que te lean, quieres amar como en las canciones… y la realidad te responde con trabajos de mierda, relaciones que se evaporan y una autoestima que cotiza en negativo. Vamos, lo normal.
El libro funciona como una especie de continuación emocional de No vas a aprender en tu puta vida, pero aquí el golpe es más seco porque ya no hay excusa generacional. Aquí ya no puedes decir “soy joven y me estoy buscando”. Aquí estás perdido… y lo sabes. Y aun así sigues adelante, que es probablemente el acto más heroico y más ridículo que existe.
Uno de los grandes aciertos de Cuando yo molaba es que no intenta quedar bien. Med no se disfraza de escritor maldito ni de genio incomprendido. Se muestra contradictorio, torpe, inseguro, a ratos arrogante y a ratos hecho una mierda. Como cualquiera que haya intentado dedicarse a algo creativo sin padrinos, sin dinero y sin la seguridad de que todo va a salir bien. Spoiler: no sale.
La novela se mueve entre Granada, bares con historia, conciertos, librerías y esa sensación constante de estar siempre un poco fuera de sitio. Y cuando el protagonista decide largarse (porque huir siempre parece una buena idea cuando no sabes qué hacer contigo mismo) aparece Edimburgo, con su clima gris, sus trabajos precarios y sus relaciones intensas pero condenadas al desastre. Nada se arregla por cambiar de ciudad. Solo cambian los escenarios del naufragio.
Aquí hay música por todas partes. No como adorno cool, sino como salvavidas. Canciones que te explican mejor que un psicólogo, conciertos que son hogar, letras que te sostienen cuando no tienes nada más. La música no es fondo: es estructura. Es lo que mantiene al protagonista en pie cuando todo lo demás se cae.
Y luego está el humor. Humor negro, sucio, incómodo. El que no busca el chiste fácil, sino la risa amarga. Esa que aparece justo después de reconocer algo que no querías admitir. Med escribe con una ironía que no se nota forzada, que sale natural, como cuando te ríes de ti mismo porque, si no, te pegas un tiro (metafóricamente… espero).
Pero si hay algo que convierte este libro en una experiencia cercana, casi peligrosa, es que el autor escribe como si te conociera. O mejor dicho: como si tú lo conocieras a él. Hay una sensación constante de intimidad, de confesión de madrugada, de “esto no debería estar escrito, pero me da igual”. No lees a un personaje: lees a alguien que podría estar sentado contigo ahora mismo, contando su vida entre trago y trago.
Y claro, pasa lo inevitable: te ves reflejado. En decisiones estúpidas. En relaciones que sabías que no iban a funcionar. En esa necesidad absurda de seguir escribiendo aunque nadie te haga caso. En el miedo a no ser suficiente y en la cabezonería de seguir intentándolo igual. El libro te señala con el dedo, pero no para juzgarte, sino para decirte: “tranquilo, yo también”.
El prólogo de Ignatius Farray no es casualidad. Hay algo muy ignaciano en esta manera de avanzar hacia el desastre con una sonrisa torcida, de caer, levantarse regular y volver a caer un poco mejor. Aquí no hay lecciones de vida ni frases para subrayar en Instagram. Hay cicatrices, resacas emocionales y una honestidad que a veces da miedo.
Cuando yo molaba es una novela sobre fracasar con estilo (o sin él), sobre seguir adelante cuando ya no tienes la épica de la juventud, sobre escribir porque no sabes hacer otra cosa y porque, aunque no sirva para nada práctico, te mantiene vivo. Es un libro que huele a bar, a música alta, a noches largas y a mañanas jodidas.
Y cuando lo terminas, te pasa algo curioso: no sales mejor persona, pero sí un poco más acompañado. Que, tal y como están las cosas, ya es mucho. Te quedas con ganas de otra birra, de otra conversación y de seguir leyendo a este tipo que, sin conocerlo, sientes que te debe una ronda… o que se la debes tú. Miel sobre hojuelas.
Título: Cuando yo molaba
Autor: Miguel Ángel Medina
Editorial: Papelillo Editorial
Páginas: 352
Fecha de publicación: noviembre 2025

Comentarios
Publicar un comentario