Hace tiempo que vi este libro en la estantería de la biblioteca municipal a la que voy cada día.
El título captó mi atención.
Ni que decir de la portada.
Sugerente y tentadora.
Nunca había leído nada de Walter Mosley (Los Ángeles, 1952). Cogí el libro a ciegas, sin saber qué me iba a encontrar, ni siquiera sabía si lo iba a terminar. Porque hay algo que tengo muy claro y es que, si un libro no consigue taladrarme el cerebro, lo dejo. Así de simple. Pero fue imposible hacerlo.
Desde el primer momento, Mosley me trituró la cabeza.
El lenguaje que utiliza es dinámico, mordaz y valiente.
Porque hay que tenerlos bien puestos para escribir así y contar la historia que cuenta de esa manera, sin medias tintas.
Mosley va con todo. Me gustan ese tipo de personas. Las que van por ahí poniéndolo todo en el asador. Incluso su reputación.
Matar a Johnny Fry cuenta la historia de Cordell Carmel, un traductor a la que su vida personal y sobre todo sexual, dará un vuelco inverosímil y difícil de asimilar. Cordell ve a su novia, con la que lleva ocho años, siéndole infiel con Johnny Fry.
Exactamente, siendo sodomizada.
A partir de ahí, Cordell entrará en una espiral de desenfreno de la que no podrá salir bien parado.
La pregunta que me hice, evidentemente, y que me rondaba la cabeza como un buitre espera a darse un festival de carne cuando los leones terminan de zamparse a una cebra, fue: «¿Aguantarías tú esa situación?».
Ya os adelanto que no, que de allí no saldría nadie vivo. Pero bueno, sigamos con la reseña.
Cordell no es que aceptara la situación sin más. De hecho lo que hace después de ver a su novia gritar de dolor y de placer cuando el miembro de caballo de otro hombre le abrió y perforó el ano sin escrúpulos es, cuanto menos, caótico.
Tras ver aquella escena, el protagonista del libro entra en una licorería y compra una botella de coñac. A continuación dirige sus pasos hacia un sex-shop y adquiere una película porno.
El mito de Sisypha.
Película y botella en mano, decide que lo mejor es irse a casa.
Pone la cinta, escancia un buen trago de coñac y ahí empieza todo.
Walter Mosley se ha convertido de la noche a la mañana en uno de mis autores fetiches. Es de admirar cómo sumerge al lector en una película pornográfica dentro de una historia escrita.
Yo vi aquella maldita película.
Vi a Sisypha en persona. De verdad os lo digo, me agolpé el libro en las narices porque quería ver El mito en primera persona.
ES-PEC-TA-CU-LAR.
Eso sí, este libro no es para aspirantes a curas, religiosos o tradicionalistas. Puede que os haga tener pesadillas.
Tampoco lo leáis en un bar mientras tomáis un café o una cerveza. Lo he pasado muy mal en esa situación.
Cuando acabéis Matar a Johnny Fry, quizás veáis con otros ojos un bote de vaselina.
Madre mía.
Me dolió. Me dolió como si tuviera un cinturón de almorranas en el recto y tuviera que someterme a una inspección de próstata por un señor con unos dedos como morcillas.
¡Joder!
Puto Mosley, puta cinta y putos falos de mentira.
En fin... que me distraigo.
La incógnita que plantea la novela es: ¿Matará a Johnny? ¿Matara a su infiel novia? ¿Se matará él mismo por no aguantar todo eso?
El libro es una alegoría al despecho, a la rabia contenida y a un montón de cosas más que quiero que descubráis vosotros mismos.
Las imágenes que se narran en la novela, sobre todo en la película, son muy duras, muy explícitas y muy cochinas.
Pero vais a disfrutar como si os hubiera tocado la lotería de Navidad.
Vaya locura.
En tres días, jamás, pero jamás, había tenido tanto sexo en mi vida. Me han penetrado y he penetrado; me han comido y he comido; me han besado y he besado... me han violado salvajemente, he eyaculado como un burro, he llorado como un niño y me he mosqueado como un adolescente.
Todo eso por un libro.
Y pensar que hay gente que no lee...
Matar a Johnny Fry os va a pixelar la razón, hará de vuestros valores un saco de arena y fango que os llenará el estómago de pinchos y os dejará con un calentón de mil demonios. Ni un balonazo en la oreja a -3 grados calienta tanto como esta novela, que se devora con avidez. Me convertí en un zombi antropófago de Sisypha y de todo lo que le acontece al protagonista.
Este libro hiere sensibilidades, apuñala debilidades, amordaza los sentimientos y excita hasta a los mismísimos muertos. Os electrizará cada célula nerviosa y os quedaréis sin aliento. Parecerá que os llenan la cabeza con algo más grande y más pesado que un trasatlántico.
Y sangraréis como si una nueva vida húmeda y caliente brotara de vuestros genitales. Tiene personajes entrañables, afiebrados y muy corrosivos. Las cosas que suceden en este libro parecen sacadas de un cuento de hadas en versión X.
Con él he conocido cosas que no pensé que estaban en el ser humano.
Mosley es el Darwin de la especie humana.
Qué maravilla.
Qué tío.
Qué ESCRITOR.
El desenlace es sublime. No podría tener un mejor final.
El libro es una dulce tortura. Merece un lugar en la estantería de toda persona que busque que le hagan un perverso nudo de vicio, remordimientos y éxtasis. Esto es una sexcapade como Dios manda. Con esta historia uno se hace grande y pequeño, fuerte y vulnerable, violento y pacífico, empático y dogmático.
No sé qué os causará este libro si alguna vez llegáis a leerlo. Sea cual sea el resultado, os aplastará los días. Dejarán de tener veinticuatro horas para tener solo diez.
Dicho esto, léelo.
Y que te sea leve.
Título: Matar a Johnny Fry
Autor: Walter Mosley
Editorial: Alfaguara
Páginas: 320
Fecha de publicación: julio 2007
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