«Llévatelo. Dicen que las escenas de sexo son muy... “violentas”» me dijo Cecilia, librera de confianza.
«¿Qué?» pensé.
Y me lo llevé, claro está.
Bueno, lo que pasó cuando abrí el libro y empecé a leer y a leer y a leer...
Es historia.
Historia digna de reseñar.
Soy lector asiduo de novelas de gánsteres. Sobre todo de narcos mexicanos. Y tras corroborar y sentir en mis propias carnes -no literalmente pero sí cerebralmente, que es más intenso- de lo que son capaces, no me extraña que Guillermo Arriaga (Ciudad de México, 1958) haya fecundado una historia rompedora, dinámica y maravillosa.
Salvar el fuego es un hachazo al entendimiento y al sosiego.
Guillermo Arriaga es feroz escribiendo.
Da miedo.
De hecho, con esta obra ganó por unanimidad el Premio Alfaguara.
En las escenas de sexo se corrobora que el autor domina el arte de la escritura como pocos. Si te lo cuentan, ni te lo crees.
Bendito seas, Guillermo.
A ver quién consigue salvarse del fuego.
Su escritura es cicatrizante, la vas a llevar en la piel de por vida.
Madre mía, es pan de masa madre cocido en horno de leña.
Pan casero.
Calentito y crujiente.
Un manjar.
Sin inventos; es directo y letal. Te apuñala de aquí para allá en un abrir y cerrar de ojos y, cuando te das cuenta, estás medio muerto.
Pero de placer.
Tenemos a José Cuauhtémoc Huiztlic -que ya podría haberle puesto Gervasio Pérez, el cabrón-, un preso homicida, y a Marina: mujer casada, con hijos y coreógrafa. Juntos protagonizarán una historia de amor llevada a sus últimas consecuencias.
En el libro hay amor, sexo salvaje, sobornos, bailes, menstruación, literatura presidiaria y mucha mucha adrenalina.
Ah, y moscas y excrementos.
E inmundicia.
Es cruda, vesánica y extrema pero también es fantástica.
He de decir que tiene escenas que molestan más que una noche con dolor de muelas.
Pero merece la pena.
De verdad.
Me gusta que Arriaga introduzca escritos de los presos entre los capítulos. Te hace empatizar con ellos.
Y a ver, dejarse de tonterías con el guacamole.
El que avisa no es traidor.
No lo leáis cuando vuestra pareja esté en la cocina haciendo de comer, que os va a entrar un calentón...
Guillermo Arriaga parece que tiene aguardiente en las manos y LSD en la cabeza.
Este es el primer libro que leí de él.
Tuve que seguir con los anteriores, es que es imposible no hacerlo.
El libro es conclusivo, no tiene segundas partes ni es segunda parte de nada. Simplemente id a una librería y cogedlo. No os lo penséis.
Leedlo en una terraza junto a una buena cerveza, en la playa o tirado en la cama, pero hacedlo. Dejad que la historia os devore las neuronas y os retuerza el páncreas, insensatos.
Leer Salvar el fuego es como ver una película porno pero no acaba cuando acaba la escena. Tiene buenas dosis de desenfado y recochineo pero también es tensa y primitiva.
Es un festival de fantasía.
Hay bastardos sin corazón y cosas tiernas; motines, peleas y torturas.
Como consejo: no leerlo en el autobús que os pasáis de parada, seguro.
Y cuando la acabéis, os va a retumbar en la cabeza como una noche plagada de grillos. Es lo que hace Guillermo, que deja marca.
Deja huella.
Es de esos libros que cuando lo tengas y lo leas, no vas a querer ni dejarlo.
Recomendarlo sí; dejarlo no.
Porque lo peculiar se mima.
Para que no se estropee.
Arriaga es experto en crear inquietudes a los lectores. Es como si fuese catedrático en “anatomía de la inquietud”.
En cada línea aturde, espabila, excita, quema, viola y sacude. Vais a pegar balbuceos por las esquinas con la maldita historia de Marina y José no sé qué.
Leedlo arriba.
Intentad escribirlo dos veces seguidas sin mirar y ya me contaréis.
Bueno, el caso, que si buscáis una novela que se pase lo políticamente correcto por el escroto, es esta.
Hacedme caso.
Y lo más importante es que tiene un final de infarto. El autor es capaz de crear una atmósfera sin oxígeno, agobiante y muy adictiva.
No vais a poder soltarlo.
Tendréis arritmia, pero no lo soltaréis.
Porque toda buena historia de amor deja de ser himno si no se va con todo el corazón, y eso es precisamente lo que Guillermo Arriaga pone en sus textos, particularmente en Salvar el fuego.
Porque ese hombre sí que sabe escribir.
Recuerdo que cuando leí la última línea del libro y lo cerré, tuve que irme a la calle a darme una vuelta para que me diera el fresco.
Toda aquella increíble historia se había acabado.
Pero bueno, me emborraché de buena literatura.
Así que me quedé tranquilo y satisfecho de que me hubieran recomendado leerla.
La buena literatura sabe darnos vida y calor.
Es como escuchar los chasquidos de la leña húmeda en la chimenea mientras fuera llueve a mares.
Te sientes seguro, en paz.
En casa.
Poco premio me parece el Alfaguara. Esta novela se seguirá leyendo y recomendando por décadas.
Gracias Guillermo, eres de otro planeta.
Autor: Guillermo Arriaga
Editorial: Alfaguara
Páginas: 664
Fecha de publicación: marzo 2020
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